Al uribismo nunca más

El uribismo todavía sigue anclado a aquella reprochable tarea de infundir miedo en la población a través del fantasma del castrochavismo y de seguir demonizando a un liberal socialdemócrata como Gustavo Petro que, a decir verdad, no tiene entre sus propuestas generar un cambio real sino que los colombianos aprendamos a vivir en un capitalismo.

Al uribismo nunca más

Columnista:

Jesús Antonio Córdoba 

 

Cada día que pasa aparecen más motivos para creer que de verdad el año 2022 será el fin del autoritarismo y fascismo uribista, y que Colombia va a empezar por fin esa transición a un gobierno que entienda las necesidades de la gente y el clamor de cambio, donde los factores anticapitalista y feminista sean elementos esenciales en ese camino hacia un espacio más igualitario. Esto en un escenario favorable a los intereses del pueblo colombiano, pero en un contexto como el nuestro sabemos bien que la derecha uribista no tiene en sus planes, por nada del mundo, ceder una pizca de poder o, al menos, una actitud de cambio favorable para esta endeble democracia. El uribismo todavía sigue anclado a aquella reprochable tarea de infundir miedo en la población a través del fantasma del castrochavismo y de seguir demonizando a un liberal socialdemócrata como Gustavo Petro que, a decir verdad, no tiene entre sus propuestas generar un cambio real sino que los colombianos aprendamos a vivir en un capitalismo que el líder de la Colombia Humana ha osado en llamar «democrático», y otras personas cercanas a él le asignan el carácter de «solidario». Ojalá Petro entrañara esa apuesta radical que muchos le endilgan, pero la verdad es que sin la apuesta anticapitalista Colombia no sufrirá cambio alguno. Y a estos miedos infundidos desde el uribismo, cabe añadirles la maquinaria para realizar toda clase de acciones fraudulentas que les ayuden a seguir detentando el poder otros cuatro años más.

Es increíble, por lo mucho que ha tenido que soportarle el pueblo colombiano a todo el sector de la derecha, que el uribismo vaya a completar dos décadas en el poder, por lo que es indispensable que todas las fuerzas políticas que tienen en su agenda una propuesta y postura de cambio para el país, se unan para no dejar que estos personajes sigan gobernando Colombia y que, como una lamentable consecuencia de la democracia, sigamos legitimando y romantizando a ese fascismo y al último hampón del continente; el indiscutible líder de la crisis valorativa en Colombia.

Son muchas cosas que Colombia le ha tolerado a la criminalidad uribista, muchas, por lo que ya el ambiente no está para seguir tolerando lo intolerable. Son 20 años de escándalos, fallos condenatorios en firme a diestra y siniestra que involucran directamente al círculo uribista y que niegan de manera inequívoca esa manía de justificar estos últimos gobiernos apelando, en medios y en la opinión pública, a ese absurdo sonsonete de que fueron honorables.

Pusieron a un negacionista del conflicto armado a intentar cambiar los relatos y la memoria histórica del país, esa tendría que ser la última de todo un mar de pruebas para que Colombia entienda que al uribismo no podemos volver nunca más; que hay cuestiones que son irreconciliables, estructuras a las cuales el país no puede volver por todo el daño que en materia de derechos humanos han representado.

El 2022 tiene que ser el año en que veamos caer definitivamente al uribismo; debe ser el año para esa apuesta política y ética por una Colombia sin un gobierno que enaltezca los discursos de odio, queriéndolos pasar como parte del núcleo fundamental de un derecho como el de la libre expresión, y cuya agenda esté encaminada exclusivamente a acabar con lo consignado en el acuerdo de paz del Teatro Colón. Si bien esa facción criminal no representa el mayor obstáculo ni es la fuente principal de todos los problemas que aquejan a Colombia, sí es la más próxima dificultad que tiene este país para empezar una nueva ruta hacia un territorio menos desigual.

Por eso es necesaria la unión, sin importar el nombre o la etiqueta que le quieran asignar. Pero teniendo claro que no debe ser una unión para que exclusivamente, en el efecto inmediato, se impida la continuación del actual Gobierno, sino que sea una convergencia que tenga un componente anticapitalista y que ponga una agenda feminista. Esas son dos cuestiones que muchos de los denominados alternativos no tienen presente en sus agendas, por lo que es mucho lo que se tiene que trabajar y discutir en esos diálogos respecto a las próximas elecciones, presidenciales y al Congreso de la República, porque de nada sirve lograr una presidencia si en Senado y Cámara seguimos siendo minoría. Y repito, no son el mayor problema del país, pero si algo debemos tener claro en Colombia es que al uribismo nunca más.

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