El ministro Correa entre las cuerdas

Solo pensar que quedan todavía poco menos de dos años de Gobierno provoca una desidia que solo se puede comparar con la desazón propia de quien no ve la luz al final del túnel.

El ministro Correa entre las cuerdas

Columnista:

Cesar A. Guapacha Ospina 

 

En principio, el nombramiento de un funcionario para tal altos menesteres debiera estar basado en la lógica; algo que la clase política colombiana evidentemente carece y cuyos resultados se reflejan a simple vista en términos de consecución de objetivos reales.

Más allá de esa salvedad, llama poderosamente la atención que a una cartera tan importante como es el Ministerio de Ambiente llegue alguien sin experiencia en temas ambientales; algo que no sorprende si tomamos como referencia que en la mayoría de los casos, las personas desempeñan cargos para los cuales no tienen preparación, en una sociedad que solamente ve en economistas y abogados, en su gran mayoría, las únicas personas capaces de gobernar.

No obstante, el problema real más que de la preparación y la experiencia, que son elementos esenciales, es el hecho de los duros cuestionamientos que se le hacen al nuevo ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el ilustre, Carlos Correa, administrador de empresas de la Universidad EAFIT de Medellín, de corte conservador, apadrinado político del senador David Barguil y cercano al poderoso clan Char de Barranquilla. Correa, quien se desempeñó como alcalde de Montería entre el periodo 2012 y 2015, en una gestión que le valieron premios internacionales en la gestión y recuperación del río Sinú y que lo lanzaron a la palestra pública nacional, «enfrenta un proceso judicial por presunta corrupción desde junio de 2017 y, de hecho, según afirmó La W, el pasado 7 de septiembre se inició la audiencia preparatoria, la última antes de su juicio». 

¿No es contradictorio que alguien que tiene un proceso abierto en la Fiscalía sea nombrado en una cartera tan importante, más aún cuando se está ad portas de un juicio? Bueno, el Gobierno de Duque es la cotidianidad de lo racionalmente impensado, la rutina de lo tristemente cierto, el hábito de lo inverosímil.

Todo comenzó en junio de 2017, cuando Carlos Correa Escaf «protagonizó un terremoto político en Córdoba que se sintió en la Casa de Nariño en Bogotá, tras ser capturado junto al entonces alcalde de Montería, el conservador Marcos Daniel Pineda, por presuntamente haber cometido peculado por apropiación, celebración de contratos sin el lleno de requisitos, interés indebido en la celebración de contratos, prevaricato por omisión y falsedad ideológica en documento público».

Si bien, en ese momento una jueza de control de garantías lo dejó en libertad al considerar que la Fiscalía no había presentado el material probatorio suficiente, quedó vinculado al proceso cuya fase se encuentra en etapa preparatoria.

Duque puede literalmente pegarse un tiro en el pie si en el juicio es declarado culpable; algo que dejaría por el subsuelo su ya maltrecho Gobierno, señalado a diario de nuevos escándalos en todos los niveles del Ejecutivo. ¿Estaremos pagando con intereses el haber elegido «al menos barra brava» de la camada, según cierto youtuber mayor de 40? Sí, de hecho, el solo pensar que quedan todavía poco menos de dos años provoca una desidia que solo se puede comparar con la desazón propia de quien no ve la luz al final del túnel.

Ahora bien, al concentrarse estrictamente en el trabajo que puede desempeñar Correa al frente de la cartera se pueden advertir varias cosas. En principio, no se puede olvidar que estamos enfrentando la peor crisis de la humanidad contemporánea y esto tiene repercusiones directas sobre todos los niveles sociales y obviamente, las dinámicas ambientales tienen un papel central en este contexto.

Por un lado, la reactivación económica puede significar la profundización de los ya graves problemas y conflictos ambientales en el país si se sigue por la senda de la «economía naranja», pues al ministro le esperan retos como el Acuerdo de París, el Acuerdo de Escazú y una agenda que contempla el fantasma del fracking, la deforestación, la minería en páramos y la normativa ajustada a la naturaleza como sujeto de derechos; solo por nombrar algunos temas estructurales que hacen parte necesariamente del futuro en términos ambientales para Colombia.

Bajo este panorama, preocupa que el Gobierno se haya mostrado optimista por sacar adelante algunas iniciativas en materia ambiental que van en dirección opuesta a algunas promesas de campaña e incluso consensos internacionales y que, para darle un aire de impulso haya designado en esta cartera a Correa; hay que estar muy pendiente de su gestión como ministro, mientras se resuelve de fondo su situación legal que de entrada, deja mucho qué pensar.

No se puede jugar con algo tan importante como una cartera ministerial y en esto claramente, este Gobierno nos ha mostrado que siempre se puede superar. El investigado, aunque libertad le hayan otorgado, no puede ser premiado con un cargo como si la justicia hubiera burlado…

 

 

 

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