En Colombia el virus es la incompetencia

La fecha del inicio de la vacunación sigue siendo incierta y la cantidad de vacunas adquiridas ineficiente, mientras el sistema de salud colapsa lentamente y el número de contagios y muertes sigue rompiendo récords cada día.

En Colombia el virus es la incompetencia

Columnista:

Jessica Pérez 

 

El 2020 fue, evidentemente, uno de esos años que jamás pasarán desapercibidos en los libros de historia, las charlas sobre el fin del mundo y el recuerdo de todos los colombianos. Este país tan bello como afligido, ha sufrido siempre de toda clase de males: corrupción, violencia, analfabetismo y pobreza, pero el peor mal ha sido descubierto tras enfrentar uno de los años más difíciles por la pandemia: la incapacidad de sus gobernantes para tomar decisiones y la necesidad de improvisación.

Tras una extensa y precipitada cuarentena, iniciada en marzo de 2020, el presidente Iván Duque, en compañía de las alcaldías locales, empezó un plan de acción para enfrentar el silencioso virus. Hoy, casi un año después de que se declarara una emergencia sanitaria en el país y con más de 46 782 muertes (al 12 de enero), ha quedado claro que las medidas tomadas por el Gobierno de Duque, no solo han resultado ineficientes, sino que también han generado el colapso de diferentes sectores, como el sector económico, educativo y de la salud, cuyos reiterativos pedidos de asistencia fueron ignorados.

Y es que después de un abrupto cierre de los comercios en el país, la reactivación económica se convirtió en prioridad, pese a que lo lógico sería invertir dinero en el sector salud como forma de contrarrestar el inminente desastre que se avecinaba. El Gobierno colombiano decidió invertir en una serie de gastos tan innecesarios como el gerente del covid: un helicóptero italiano de doce millones de dólares, tanquetas antidisturbios valoradas en más de dos millones de dólares y un sinnúmero más de gastos inútiles como el programa de televisión Prevención y Acción presentado por el presidente.

Lo cierto es que el derroche y la evidente improvisación han logrado que Colombia se sumerja cada vez en una crisis, cuya salida parece ser un laberinto guiado por un ciego, tras un caótico y consumista diciembre y una serie de malas decisiones tomadas por el actual Gobierno y las alcaldías locales. Los trabajadores de la salud han empezado a denunciar un lento colapso del sistema de salud, atrasos en los pagos y falta de garantías sanitarias para su seguridad. Esto, sumado a la desigualdad social que impide que un gran sector de la población acceda a los servicios de salud, la desinformación y la falta de concientización sobre la seriedad de lo que ocurre terminan siendo un agravante para la tan precaria situación que enfrenta el país y que parece nublarse cada vez más.

Como es usual, en el país de la fe y la devoción, la respuesta de todos los colombianos ante el sombrío panorama ha sido una inmensa esperanza puesta en las negociaciones para iniciar la vacunación masiva en el país. Según el Ministerio de Salud el propósito del plan de vacunación será «lograr la inmunidad de rebaño, es decir, la inmunidad de al menos el 70% [sic] de la población colombiana». Sin embargo, la fecha del inicio de la vacunación sigue siendo incierta y la cantidad de vacunas adquiridas ineficiente, mientras el sistema de salud colapsa lentamente y el número de contagios y muertes sigue rompiendo récords cada día.

Queda claro, entonces, que mientras la incompetencia de quienes nos gobiernan sea mayor a los problemas que enfrentamos, encontrar una solución para salir de la crisis será un imposible. Por ahora queda esperar que algún día, tal vez por obra de aquellos santos que con devoción admiramos, podamos elegir gobernantes que vean en la vida y en la salud prioridad y que no encuentren en la improvisación y el derroche una forma de gobierno.

 

 

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