Iván el 'Terrible’

Imposible enumerar todos los escándalos porque las líneas a continuación serían largas y tortuosas como los 4 años de desgobierno del peor presidente del siglo.

Iván el 'Terrible’

Columnista:

Juan Alejandro Echeverri

 

El desgobierno de Iván Duque fue un problema de salud pública que puso en riesgo la vida y la salud mental de un país. El hombre que de manera ficticia encaneció a los 41 años, se irá de la Casa de Nariño con los zapatos encharcados de sangre. Ojalá en unos años podamos saber si el futuro expresidente, al igual que el suicida más famoso de la literatura colombiana, necesitará seconales para que tantos muertos lo dejen dormir.

En su gobierno todos los índices de bienestar se fueron a pique, y las cifras del dolor y el horror crecieron a un ritmo vertiginoso. La caricatura presidencial, que no pudo gobernar ni sus propias decisiones, deberá decir en su hoja de vida que siendo el mandatario sucedieron la mayor cantidad de suicidios que el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE) haya contabilizado en su historia: 2962 personas se suicidaron en 2021, es decir, una cada tres horas y un total de ocho al día; treinta de ellos eran indígenas chocoanos que optaron por suicidarse para evitar que los reclutaran grupos armados.

Hoy Colombia encabeza el ranking en el que ningún gobierno del mundo quisiera aparecer: somos el país más peligroso para los defensores y defensoras de la tierra y los derechos humanos; el segundo país del mundo más afectado por la criminalidad, según el Índice Global de Crimen Organizado. El bárbaro Iván prometió «paz con legalidad», pero en su gobierno la ilegalidad fue la norma. Cuando empezamos a llamarle presidente en 2018, las disidencias de las FARC tenían presencia en 60 municipios, según la Fundación Paz y Reconciliación, hoy están presentes en 180. También se expandió el Clan del Golfo, que pasó de 180 a 241 municipios; y el ELN que estaba presente en 90 municipios, actualmente, está activo en 184. Duque es un hombre record, en 2021 el país registró la tasa de homicidios más alta de los últimos siete años: 26,8 por cada 100 000 habitantes, siendo las zonas periféricas las más afectadas por el incremento de este indicador.

Por ejemplo, Puerto Leguizamo –donde el ejército masacró a 11 civiles el 28 de marzo– pasó de registrar 14 homicidios por cada 100 000 habitantes en 2017, a reportar 117 asesinatos por cada 100 000 habitantes en 2021, cuatro veces más que la tasa nacional. El año pasado, 72 300 personas se vieron obligadas a desplazarse de manera forzada, lo que significó un incremento del 200 % con respecto al 2020. Y hace unas semanas, el Comité Internacional de la Cruz Roja reveló que en 2021 una persona desapareció en Colombia cada dos días. En sus 4 años de gobierno, el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz registró el asesinato de 911 líderes sociales y defensoras de derechos humanos, 313 homicidios contra firmantes de la paz, y 258 masacres. La muerte violenta y el luto como deporte nacional de una nación narcotizada, donde tantos los muertos —tan seguidos— que se agotaron las reservas de dolor y tristeza.  

Año tras año, Iván se ganó el premio al meme más sangriento del año, la suya fue la memecracia más sanguinolenta de Latinoamérica. Rifándolas, destruyó la poca legitimidad que conservaban unas instituciones desvalijadas y paquidérmicas, las que revictimizan con su burocrática ineptitud y negligencia. Gastó 9000 millones de pesos en tanquetas y armamento para el Esmad cuando la gente colgaba trapos rojos en sus casas porque no tenía que comer en la pandemia. Utilizó la justicia como garrote. En abril de 2019 visitó Caldono, Cauca, pero no se reunió con la minga indígena que bloqueaba la Vía Panamericana. En octubre de 2020 la minga lo invitó de nuevo a un debate en Cali, tampoco asistió. Anunció con pompa y orgullo la captura de 'Otoniel', luego, el cabecilla del Clan del Golfo reconoció que había sido una entrega voluntaria. Duque, además dijo que en Colombia no sucedían masacres, sino «homicidios colectivos».

Iván Duque nunca debió ser presidente, ni siquiera candidato presidencial. Dejará el rastro, que no es lo mismo que dejar huella. Lo suyo no será un legado, sino un lastre histórico. Quedaremos peor de los que estábamos: más pobres, más hambrientos, más endeudados, más desesperados, más desmemoriados, más injustos, más deshonestos, más impunes, más resentidos, más ingobernables, más desesperanzados, más desiguales, más malinformados, más violentos, más desorientados, más enlutados.

El año pasado, en pleno estallido social, Gustavo Álvarez Gardeazábal, escritor, exalcalde de Tuluá y exgobernador del Valle del Cauca, me decía: «el gobierno es un fantasma. No tiene mando. No tiene olfato político. No prevé. No tiene ninguna de las facultades que tienen los seres humanos que están encargados de administrar un país. El problema presidencial es un problema de ignorancia. El señor es ignorante en muchísimas materias. Y le pasa lo de los niños tímidos: se cubren con una capa de soberbia, una capa de engreimiento».

Duque desoyó y cuestionó decisiones de la Corte Constitucional, fue un mentiroso, un derrochador y un negacionista nato. Dijo que en 100 días iba a reparar la destrucción que dejó el huracán Iota en Providencia, pero un año después solo había entregado el 37 % de las casas nuevas y los pobladores seguían siendo atendidos en un hospital de campaña. En septiembre de 2019, el «presidente» intentó presentarle a la ONU pruebas de los vínculos entre el gobierno de Nicolás Maduro y el ELN, horas después los medios de comunicación revelaron que entre los archivos había fotografías falsas. El de Iván fue un reality de escándalos.

A principios de 2020 encontraron un laboratorio de cocaína en una finca de Fernando Sanclemente, entonces embajador en Uruguay. Unas semanas después, InSight Crime reveló que el esposo de la vicepresidenta hizo negocios inmobiliarios con el narcotraficante ‘Memo Fantasma’. Un año antes, el Ejército bombardeó un campamento guerrillero en el Guaviare y mató 16 menores de edad que habían sido reclutados por las disidencias de las FARC. Meses después de cometido el crimen, el país supo que 7 militares habían violado una niña embera de 12 años en Pueblo Rico, Risaralda.

El Ejército también perfiló y espió de manera ilegal a periodistas, políticos de oposición y activistas a finales de 2019 y principios de 2020. Un año después, la Fundación para Libertad de Prensa denunció que el Ministerio de Defensa fingió un ciberataque a su página web durante el estallido social del 2021. Por el show digital y otras estrategias comunicativas que desacreditaran a quienes protestaban y mejoraran la imagen del gobierno, el ministerio pagó 900 millones de pesos a Alotrópico S. A. S. Ya en mayo del 2020, la prensa había revelado que la presidencia giró 3330 millones de pesos a Du Brands para que mejorara la imagen del presidente en redes sociales, la millonada fue sacada del Fondo de Programas Especiales para la Paz. Imposible enumerar todos los escándalos porque estas líneas serían largas y tortuosas como los 4 años de desgobierno del peor presidente del siglo.

Hay que mencionar, además, que Duque fue el peor enemigo de cualquier mínima posibilidad de paz. Desfinanció el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición, le puso trabas a la implementación de lo acordado, no restituyó tierras, no cumplió el programa de sustitución de cultivos de uso ilícito, quiso reescribir el pasado, adueñarse de la memoria, decirnos cómo se deben nombrar las cosas para alterar la escena del crimen y ocultar el papel de victimario que ha jugado el Estado, la fuerza pública y la empresa privada en el conflicto armado. Tampoco podemos olvidar que el 10 de septiembre de 2020, un día después de que la Policía reprimiera y asesinara a 11 jóvenes en Bogotá, Iván Duque hizo una rueda de prensa disfrazado de policía para demostrar apoyo a esa «institución».

Al malgobierno de Iván el 'Terrible’ le quedan todavía varias semanas. Pareciera que le han encomendado dejar el país en un estado de cosas que, en caso de llegar a la presidencia el primer proyecto político con un discurso progresista, le resulte imposible gobernar. La orden es clara: convertir a Colombia en un verdadero valle de lágrimas y llevarla a un estado de demencia parecido al del patriarca paisa, que le ordenó colgarse una banda presidencial que le quedaba grande. 

 

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