La salud mental en los cuarteles

Algunos exreclutas se lo toman positivamente y como algo formativo, porque tienen una visión de que la gente necesita ser reformada y que tanto maltrato forja «carácter».

La salud mental en los cuarteles

Columnista:

Santiago A. Monsalve

 

El pasado 25 de diciembre, por mano de un compañero murieron cuatro militares y otro fue herido en San Andrés. Ese fue el último de una serie de sucesos similares del año pasado en las guarniciones del país: Cauca, 24 de diciembre; Buenaventura, 21 de noviembre; Bajo Cauca, 22 de octubre; Bolívar, 14 de julio; Norte de Santander, 25 de marzo; Puerto Gaitán, 22 de febrero... En todos esos casos un soldado asesinó a otro(s) como resultado de confrontaciones que comenzaron como discusiones, conflictos o 'hechos confusos'.

No son situaciones nuevas, han sido por años comunes en la jurisdicción penal militar. Esos son los hechos más graves por terminar con vidas, pero también hay casos de lesiones serias e incapacitantes. Además, en las fuerzas militares se presenta un fenómeno de suicidio tal como afirmó un político «han muerto más militares por suicidio que en combate», cifra que se matiza al ver que para el periodo entre 2006 y 2021 murieron en operaciones 3693 miembros de la fuerza pública y se suicidaron 847. Las cifras de suicidios son altas pues las fuerzas militares concentraron el 2 % de los casos del país en 2021, siendo su personal equivalente a menos del 1 % de la población.

Otras fuerzas armadas en el mundo presentan un problema similar, por ejemplo, las de Estados Unidos presentan más de treinta mil suicidios en los últimos 20 años. Sin embargo, es necesario analizar el contexto particular. En Colombia, en la mayoría de los casos estos hechos ocurren en los propios cuarteles e involucran reclutas, es decir, soldados que no lo son por voluntad propia —para comprar, el Ejército estadounidense, que ha mantenido guerras en las últimas décadas, es completamente de voluntarios—. En el altamente jerarquizado ambiente castrense esos reclutas ocupan la posición más baja y lo normal es que sea así en términos de responsabilidad, pero resulta que esa jerarquía también es en términos de trato digno.

En noticieros y en redes sociales se vuelven virales evidencias de esa realidad, el maltrato psicológico, y se responde que es parte del entrenamiento, parte de la estructura mental necesaria, que la guerra no es amable, se lee en los comentarios. Sí, hay unidades militares muy selectas que necesitan ese tipo de entrenamiento que incluye hasta torturas. Las fuerzas especiales, que actúan en lo profundo del territorio enemigo y tienen como destino posible ser capturados en su infiltración, necesitan capacidades de 'evasión'. Pero los reclutas no se preparan para ese tipo de misión, ni la mayoría de los soldados, y los que lo hacen deben tener un perfil psicológico particular

Entonces, estando en una situación forzada cuando el servicio militar obligatorio no se puede evadir (opción más usual entre más alto sea el estrato socioeconómico) y bajo maltrato, la pregunta es cómo se puede salir bien de salud mental. Algunos exreclutas se lo toman positivamente y como algo formativo, porque tienen una visión de que la gente necesita ser reformada y que tanto maltrato forja «carácter». «Mándelo a prestar servicio para que se enderece» es una idea común. La misma lógica que soporta la crianza violenta.

Bien, ahí están los resultados mencionados al principio. Sin ánimo de cinismo, podría ser mucho peor. El filtro inicial para soldados profesionales, los más selectos de su jerarquía, incluyen hasta 18 exámenes médicos, ninguno relacionado con la salud mental. La atención en este campo es mejor contemplada con las elementos más profesionales, oficiales y suboficiales, pero subsiste un tabú, como un excoronel lo expresaba:
«Si tú dices que tienes un problema psiquiátrico, pierdes las posibilidades de ascender. Es un tabú y está mal visto». 

Ahora, tanto el Sistema Educativo de las Fuerzas Armadas como la Política para Educación de la Fuerza Pública dicen tener un enfoque humanista, pero apenas mencionan una materia de 'control emotivo'. Falta mucha inteligencia emocional en la formación militar y cadenas de mando, así como preocupación por la salud mental. Los 'hombres de acero', como todos lo hacemos, también se rompen, pero ellos lo hacen con un arma entre manos y resentimiento hacia sus pares y superiores. Ni hablar de la violencia de género, el acoso y abuso sexual que ejerce la fuerza pública a la sociedad y dentro de ella misma como parte del problema de la falta de liderazgo civil, que se puede dejar para otro análisis.

 

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