¿Periodismo o propaganda?

En el periodismo de ahora campea la figura del «lagarto» obsecuente que, antes de formular una pregunta comprometedora al entrevistado le advierte que lo hace «con todo respeto», como si la función del periodista no fuera ser irrespetuoso con la realidad.

¿Periodismo o propaganda?

Columnista:

Armando López Upegui


A propósito de la lamentable noticia de la muerte de Germán Castro Caycedo, el gran periodista y escritor fallecido recientemente y observando la labor periodística de nuestros noticieros, tanto televisivos como radiales, le surgen a uno varias inquietudes.

¿Por qué es tan difícil en los medios de comunicación hacer buen periodismo? ¿Se trata de mala formación académica, pereza, miedo o connivencia? ¿Hacen periodismo o propaganda nuestros reporteros, cronistas, presentadores de las cadenas radiales y de televisión? ¿Existe una política de autocensura por parte de los directivos de las empresas de comunicación? ¿Hay un salario de miedo para hacer que los periodistas callen, destiñan o tergiversen la realidad?

Castro Caicedo comenzó desde muy temprano su carrera de reportero y de investigador.

En el programa Enviado Especial de RTI Televisión, presentó las múltiples investigaciones que llevó a cabo y formuló valientes denuncias sobre situaciones sociales diversas dignas de ser conocidas y debatidas por la población colombiana. Eran los tiempos del permanente Estado de sitio, una especie de ley marcial excepcional convertida en la manera permanente de gobierno, que suspendía derechos y garantías ciudadanas, restringía la libertad de prensa y daba paso a los tribunales militares para juzgar civiles. Sin embargo, una de sus primeras obras, si no la primera, Colombia amarga fue presentada en ese espacio de televisión en una época en que hacer esa clase de análisis y efectuar ese tipo de denuncias era prácticamente autocabeza de proceso para una investigación de la justicia penal militar.

Posteriormente, con el surgimiento del M-19 y los escándalos generados por sus golpes propagandísticos, Castro Caycedo publicó El Karina, un texto relacionado con el hundimiento de un barco cargado de armas de propiedad de esa organización guerrillera, lo cual le ocasionó varios sinsabores y desencuentros con la inteligencia militar. Pero no se arredró, ni bajó el estilo ni perdió el filo de su pluma.

Y es imposible no ver el contraste con, verbigracia, los reporteros y presentadores de noticieros al estilo de CM&, Noticias RCN, Teleantioquia noticias, Noticias Caracol y Hora 13 Noticias, entre muchos otros.

Estos teleperiódicos adoptan siempre una perspectiva elitista y clasista de la información. Sus principales y más frecuentes invitados pertenecen siempre a los altos directivos de la economía o de la política. Son directivos de entidades bancarias, industriales, comerciales o de la educación privada, como si las noticias solo pudieran abordarse y enfocarse desde esos conglomerados sociales. Porque lo que le sucede a las clases populares solo se aborda desde las fuentes oficiales, policiales o de seguridad. La gente de bajos recursos solo aparece en estos medios informativos para ilustrar noticias de crímenes, de sangre o de desgracias naturales.

Un ejemplo, para tomar uno solo, es la manera como se han enfocado en los hechos alusivos al estallido social y las movilizaciones de protesta: todos los días han aparecido en esos noticieros los dirigentes y miembros de las élites sociales para quejarse plañideramente de los perjuicios, reales o supuestos, que las «gentes de bien» padecen con la movilización.
Las noticias de los censurables hechos vandálicos que han acompañado a algunas protestas, de dudoso origen por cierto, son magnificados, reiterados, machacados por esos medios, pero se minimizan las expresiones pacíficas, artísticas, culturales de las expresiones populares al tiempo que se minimizan, tergiversan u ocultan actos delictivos cometidos por miembros de la fuerza pública o por sujetos civiles armados y prohijados por ella.

Se crea pánico y zozobra entre el público receptor de la información sobre apocalípticas consecuencias del «desabastecimiento» y de las «pérdidas» generadas por el cese de actividades, como cuando se informó que quedaba gas para un solo día en Antioquia a raíz de los cortes de ruta del paro.

No encuentra uno, ni siquiera por contraste, un solo análisis serio, sociológico, histórico, de las condiciones de carencias, de miseria, de corrupción, de hambre física, que tienen que padecer millones de compatriotas a raíz de las actividades especulativas, abusivas, que realizan esas mismas entidades dirigentes de la economía y la política.
Los periodistas de esos medios tradicionales se han convertido en simples propagandistas del régimen, del sistema socioeconómico imperante. La escogencia de los términos, de las palabras no es gratuita, sino mal intencionada. No informan, forman, moldean, modelan la mentalidad del público.

Campea la figura del «lagarto» obsecuente que, antes de formular una pregunta comprometedora al entrevistado le advierte que lo hace «con todo respeto», como si la función del periodista no fuera ser irrespetuoso con la realidad, semejante a la del cirujano que debe disecar las heridas sociales y sacar a flote la pus de la corrupción, del engaño, del abuso de la condición dominante.

Periodistas como Germán Castro Caycedo, capaces de abordar su entorno y exponer sus podredumbres con honradez y coraje, están infortunadamente en vías de extinción. Así de grave es la situación del periodismo actual en Colombia.

 

 

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