¿Más «Luchos Díaz» en Colombia?

Reconocer que el extremo del Porto es un caso de superación y tenacidad, está bien, pero tenemos que saber reconocer también en qué momento se empieza a romantizar el abandono estatal.

¿Más «Luchos Díaz» en Colombia?

Autora:

Caro Mejía

 

Luis Díaz se convirtió en la revelación de la Copa América 2021 y, como lo expresan expertos y «opinólogos» deportivos, el jugador guajiro se ha revalorizado, lo que traduce que el Club FC Porto es poseedor de una gran joya. Su actuación durante el torneo sobresalió y en la definición del tercer y cuarto puesto ante la selección peruana fue el protagonista absoluto regalándonos un par de golazos que, por un momento, nos hicieron olvidar la crítica situación que atravesamos actualmente en Colombia.

Este joven guajiro, de 24 años de edad, inició su carrera en la selección colombiana indígena. Tras su destacada actuación en la Copa América de los pueblos indígenas, hizo parte del Atlético Junior y posteriormente resultó en la filial del Barranquilla F.C. Anotó su primer gol como profesional frente al Cúcuta Deportivo el 14 de mayo de 2016 y fue convocado a la Sub-20 de Colombia. Con disciplina y esfuerzo, transitó un camino que le ha permitido valorizarse como jugador alcanzando su cifra récord y tras su actuación en la Copa América ha logrado posicionarse como el mejor jugador de la selección Colombia despertando el interés de varios buenos equipos europeos. Sin embargo, detrás de la gloria que disfruta en el presente, su historia inició en medio de la absoluta pobreza.

Díaz Marulanda nace en uno de los departamentos más pobres del país, en donde la corrupción y el abandono estatal se reflejan en la niñez desnutrida, la creciente mortalidad infantil, la carencia de agua potable y recursos necesarios para la subsistencia humana, el exterminio sistemático de líderes sociales y la población wayú, el desempleo, el desarrollo de proyectos minero energéticos que afectan la salud de la comunidad, entre otras problemáticas que se profundizaron desde los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe.

En las condiciones en las que creció el número 14 de la Selección Colombia, niñas, niños y jóvenes del país también lo están haciendo. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (Dane) al año 2020, son más de 21 millones de personas quienes viven en la pobreza manteniéndose con menos de $331 688 mensuales, monto que, según el Dane, es la línea de pobreza y 7,4 millones viven en pobreza extrema, sobreviviendo con menos de $145 004 al mes. Así que si usted tiene en mente el presupuesto de lo que gasta en alimentación durante treinta días, calculará con rapidez que, difícilmente estas personas, que más que un número en las estadísticas, son seres humanos de carne y hueso, como usted y como yo, puedan alimentarse adecuadamente.

Reconocer que el extremo del Porto es un caso de superación y tenacidad, está bien, pero tenemos que saber reconocer también en qué momento se empieza a romantizar el abandono estatal. Desde el 28 de abril la ciudadanía sale a las calles a manifestar su inconformidad con el Gobierno Duque. Actualmente, la mayoría de manifestantes que se mantienen en las calles son jóvenes. ¿Por qué jóvenes?, porque exigen su derecho a la educación, porque conservan la esperanza de que el país donde nacieron les ofrezca oportunidades laborales, porque no quieren llegar desnutridos al «partido de sus vidas», como tuvo que hacerlo el jugador de la selección Colombia que hoy nos llena de tanto orgullo.

Más de dos meses de paro nacional han transcurrido, y en respuesta, Iván Duque manifiesta que algunos hablan de estallido social, mientras él ve un estallido de emprendimiento, frase que pronuncia con una sonrisa burlona. Por su parte, las fuerzas de orden público han sabido responder como históricamente lo han hecho: con represión, bala, chorros de agua a alta presión y gases lacrimógenos vencidos. Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) al 28 de junio son 74 las víctimas de violencia homicida en el marco del paro nacional en donde la mayoría de victimarios son miembros del Esmad y la Policía Nacional.

En este sentido, como ciudadanía tenemos dos caminos: el primero es seguir celebrando a los pocos jóvenes que en medio de la pobreza y el hambre logran cumplir sus sueños o, el segundo, exigir al Gobierno nacional que todos los niños, niñas y jóvenes en Colombia cuenten con las condiciones y los recursos necesarios para vivir dignamente y así, en el futuro, también podamos celebrar sus logros.

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