Nos robaron las banderas

Dejemos a un lado la tentación de descalificar e insultar el intelecto de quienes no entienden o aceptan rápidamente nuestro proyecto, tomémonos el trabajo de explicarlo una y otra vez, tanto a quienes no han tenido ningún tipo de educación, usando términos que puedan entender, como a aquellos que si han tenido educación.

Nos robaron las banderas

Columnista:

César Augusto Castaño Betancur

 

Son varios años ya en los que el progresismo colombiano en cabeza de Gustavo Petro viene diseñando sesudamente, en el telar de las ideas, una serie de banderas muy bien confeccionadas para guiar a Colombia hacia el futuro que se merece, rescatando al país del oscuro poder que lo ha tenido secuestrado, humillado y torturado históricamente.

Ese oscuro poder no es, como muchos se imaginan, el uribismo, no, esa ha sido simplemente la herramienta que mejor les ha funcionado en los últimos años, pero algo más siniestro nos ha gobernado desde antes y nos pretende seguir gobernando después, porque sí, este 29 de mayo cayó el uribismo, pero el establecimiento, representado por el poder económico de la banca privada. ya está alistando el nuevo látigo con el cual nos pueda seguir doblegando.

Y es que para mantener semejante poder, los podemos acusar de cualquier cosa, menos de brutos, ellos saben entender el clamor del pueblo, ven como abraza las banderas progresistas y ahora las roban, las confeccionan en sus fábricas, de la misma manera como nos venden camisas del "Che", para alimentar nuestra ansia de libertad, ¿o de qué otra forma le podemos dar lectura a que el candidato Rodolfo Hernández, que hasta ahora no había propuesto absolutamente nada, de un día para otro, acoja las ideas de la campaña de Gustavo Petro? Para mayor agravio lo hace por medio de un escueto hilo en una red social. Es indignante ver cómo aquello por lo que se ha trabajado y luchado con sudor, lágrimas y sangre, es apropiado de manera burda y sin fondo por el nuevo caballito del establecimiento, cuyo único objetivo es hipnotizarnos, dormirnos, para poder seguir explotándonos, sin piedad alguna, manteniendo el statu quo.

Rodolfo no representa un cambio, no nos dejemos engañar, el ingeniero solo representa más de lo mismo, irónicamente el viejo es la cara joven del poder económico y su afán de dominio. Tenemos que entender que, a estos poderes, poco o nada les interesa lo que pase con la gente, no somos para ellos más que recursos, y no podemos esperar de ellos más que un uso utilitario, somos esos «hombrecitos” que alimentamos su “dicha” acrecentando su poder con nuestro sufrimiento.

¿Qué podemos hacer entonces? En este punto quiero aclarar que yo soy únicamente un ciudadano cualquiera, no hago parte del movimiento de Gustavo Petro, pero sí me siento identificado con sus postulados, por lo cual hablo con sentido de pertenencia, por eso quiero proponer desde mi «nadiedad», si se me permite usar semejante término, lo que considero debe ser el paso por seguir. Hay una bandera que no nos pueden robar, aunque quieran, porque es completamente contraria a su naturaleza, es la bandera del amor. 

Llegó el momento de demostrar que el proyecto que defendemos es un proyecto de amor por el país, por el pueblo que sufre, por los nadies, por los oprimidos, pero además es un proyecto de amor también por el empresario, por el profesional, por el académico, es momento de demostrar que lo que defendemos es una verdadera transformación social, que queremos un país para todos y todas.

Dejemos a un lado la tentación de descalificar e insultar el intelecto de quienes no entienden o aceptan rápidamente nuestro proyecto, tomémonos el trabajo de explicarlo una y otra vez, tanto a quienes no han tenido ningún tipo de educación, usando términos que puedan entender, como a aquellos que si han tenido educación, pero que han puesto una venda en sus ojos. Para esto es primordial que entendamos de dónde vienen esas vendas que nublan la mirada de nuestros compatriotas. Voy a enumerar tres de las más comunes esbozando una estrategia de abordaje para cada una de ellas:

Primero, está el propio establecimiento con su efectiva máquina de propaganda, repitiendo mentiras, o mostrando verdades a medias, sesgadas o desenfocadas para que la interpretación sea a su conveniencia. En estos casos la venda se puede quitar desmontando mitos, mostrando la verdad, o dando contexto, según sea el caso, eso sí, sin atacar a quienes han sido víctimas de esta venda, recordemos que es muy fácil morder algún anzuelo en medio de un río tan revuelto, procedamos con amor y caridad, poniéndonos en los zapatos del otro, entender desde donde el otro mira el mundo, nos ayudará a entender cómo la propaganda logró tener efecto en él y es la única manera de contrarrestarlo.

El segundo tipo de vendaje es el impuesto por sus privilegios, este es difícil, porque por naturaleza tendemos a defender como fieras nuestra posición si la sentimos amenazada, es tan poderoso el privilegio que muchos de los que vienen de abajo, en cuanto logran cierta posición de comodidad por pequeña que sea, olvidan sus ideales y sus luchas pasadas, pasando de una manera u otra a defender el establecimiento que les alimenta el ego y los hace parte de su maquinaria propagandística. La forma de atacar este velo es apelando a la empatía, en el fondo detrás del miedo todos los seres humanos estamos en capacidad de entender que hay cosas que superan los intereses personales, entender que hay miles que no han tenido ni tendrán las mismas oportunidades; superar el instinto y ver más allá, comprendiendo que si el campesino y la clase obrera tienen dignidad, todos estaremos mejor, ya que ese es el único camino para construir una paz verdadera y durable, que nos permita alcanzar una sociedad más prospera para todos.

Finalmente, me referiré a un velo del cual somos culpables, es el velo impuesto por la agresividad que manejamos en redes muchos de nosotros, esta es grave porque con nuestros actos no permitimos que la gente vea esa bandera que no nos pueden robar, la más importante de toda revolución, la bandera del amor. En este caso solo la humildad puede lograr el milagro, agachar la cabeza, reconocer que en el calor de la lucha se han cometido errores, se ha faltado al respeto y pedir perdón de corazón.

Hay muchas otras vendas, se debe analizar cada caso y encontrar la manera de quitarlas, para así recuperar nuestras banderas y tener el próximo 19 de junio el cambio real que el país necesita y merece.

 

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Autor: César Augusto Castaño Betancur

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