El exsenador Mario Castaño, el titiritero que murió sin revelar los “daticos”
El ascenso y caída de Castaño obedeció tanto a su desmedida ambición como a su habilidad para tejer relaciones en prácticamente todos los niveles de poder.
Columnista:
Fredy Chaverra
Tras la muerte del exsenador Mario Castaño, el también exsenador Gustavo Bolívar —quien recientemente recuperó su faceta de columnista— afirmó que, en alguna ocasión, mientras compartían asiento en la Comisión cuarta del Senado, Castaño, a la usanza el amo y señor del liberalismo en el Eje Cafetero, se le acercó y le dijo: “Bolívar me contaron que está investigando cosas para un libro… yo le tengo unos cuantos daticos de gente mala de acá”.
El exsenador, infamemente reconocido por ser el principal articulador de un sofisticado aparato criminal de corrupción, falleció el pasado 18 de noviembre en la cárcel La Picota mientras purgaba una condena de 15 años. ¿Acaso, se perdieron los “daticos”?
El ascenso y caída de Castaño obedeció tanto a su desmedida ambición como a su habilidad para tejer relaciones en prácticamente todos los niveles de poder.
La estructura criminal que diseñó a lo largo de un lustro —conocida como “Las Marionetas”— se extendió por cuatro departamentos, involucrando a decenas de funcionarios, alcaldes, contratistas y empresarios. Artífices de un desfalco a las arcas públicas que la justifica ha fijado en cerca de 100 mil millones de pesos.
Un gigantesco episodio de corrupción que todavía no terminamos de conocer.
El poder de Castaño era tal que aún en medio de serios cuestionamientos —tras la filtración de una serie de audios en los cuales quedaban en evidencia los alcances de su estructura criminal— el partido Liberal, en cabeza de César Gaviria, le mantuvo el aval para que participará a sus anchas en las elecciones de 2022, en las cuales (sin mayor sorpresa) refrendó su curul en el Senado con 68.351 votos.
Pero la suerte de Las Marionetas ya estaba echada, ya que, tras las elecciones algunos de sus integrantes empezaron a “cantar” y el destino del titiritero mayor, el exsindicalista que de la nada construyó un impresionante capital electoral, resultó más que inminente: pasar el resto de su vida en la cárcel.
El 7 de junio Castaño fue capturado y legó para la historia de nuestra infamia nacional aquella fotografía de un ser grisáceo con semblante adusto. El retrato de un símbolo de la corrupción.
Pero Castaño solo fue un titiritero, un hombre sin mayores reservas intelectuales, aunque con la sagacidad suficiente para comprender los recovecos del poder y ponerlos al servicio de un aparato criminal. Sin embargo, su ascenso a las altas esferas del poder no solo fue el resultado de un sistema podrido tendiente a la corrupción, sino de importantes relaciones políticas que ocasionalmente lo blindaron y le permitieron acumular más poder.
Algo en lo que César Gaviria, su mayor protector en las desteñidas huestes liberales, ostenta una responsabilidad política que seguro nunca asumirá. ¿Qué hubiera sido de Mario Castaño sin la tutoría y preferencia de la casa Gaviria? Esa es una pregunta que nunca obtendrá respuesta, como tampoco conoceremos sobre aquellos “daticos” que en algún momento le mencionó a Bolívar.
Hay muertes que crean símbolos, algunos trágicos y otros patéticos, la de Castaño le da espacio a un nuevo símbolo en nuestra inexcusable historia de la infamia: la de un símbolo de la corrupción, el saqueo y la ambición desmedida. ¿Descanse en paz?