La imposición del Todes y una nueva manera de subordinar a todas las mujeres

A pesar de que el misgendering, en algunos casos se puede convertir en un asunto coloquial de desconocimiento, describe una situación que es parte de eso que podríamos llamar «dispositivos de control», basados en el acoso, la sorna y la burla hacia las minorías sexogenéricas.

La imposición del Todes y una nueva manera de subordinar a todas las mujeres

Columnista:

Daniel Fernando Rincón

 

Hace unos meses fue noticia internacional la «primera persona no binaria» graduada en Derecho en Colombia con el título de «abogade». Esto, sin lugar a duda, es un hecho novedoso en el país del Sagrado Corazón de Jesús, pero que no es otra cosa que una acción consecuente del avance de los derechos políticos de las llamadas «minorías sexuales» o «disidencias sexuales» en el país.

Para diciembre de 2022, en Colombia, más de 400 personas habían cambiado el género que aparecía registrado en su documento de identidad por «no binario», tanto en el  registro civil, como en la cédula de ciudadanía. Esto, después de que, en marzo de 2022, la Corte Constitucional profiriera la Sentencia T-033 de 2022 en la cual se dejaba planteada la necesidad de incorporar en los documentos de identificación la categoría NB o «No Binario» y se le ordenaba a la Registraduría y al Gobierno nacional actuar en ese sentido.

De esta forma, las personas no binarias, al menos ante la ley colombiana, empezaron a tener relevancia en cuanto a sujetos políticos, avanzando en esa senda que el feminismo ya ha trazado para las mujeres desde hace casi un siglo.

Recordemos que una persona no binaria es aquella que, en términos generales, no se reconoce ni en lo masculino ni en lo femenino, y que, en algunos contextos, se definen como «personas trans no binarias», asumiendo lo trans, como un gran paraguas donde cohabitan lo binario y lo no binario.

Recordemos, además, que, una cosa es la identidad de género, y otra, es la orientación sexual, ya que el género con que se identifican las personas trans o personas con experiencia de vida trans, como lo argumentaba en su momento la gran líder Laura Weinstein, no está ligado con el vínculo sexual, afectivo o romántico que establezcan con otra persona.

Es común, entonces, que  haya personas trans no binarias heterosexuales, homosexuales, bisexuales, pansexuales o asexuales, y este punto es importante al momento de las relaciones sociales y las discusiones políticas con respecto al género, pues, en algunas ocasiones, el accionar que muchas personas trans no binarias pueden tener frente a personas binarias, especialmente con respecto a las luchas que las mujeres (personas binarias heterosexuales) ha tenido —en el transcurso de los años—, cierto sesgo heteropatriarcal.

Hace algunos meses en la red social Twitter, Florence Thomas afirmaba:

«Pero es fácil decir todos, todas y todes… pero nunca todes solo porque de nuevo se excluye a las mujeres (como yo), aquellas como yo que peleamos durante décadas para que seamos visibilizadas y nombradas ”, expresión que generó diversas reacciones por parte de algunas personas, calificándole algunas, de conservadora y excluyente, reclamándole otras, empatía para incluir al resto de los invisibilizados o señalando algunas más, de estar equivocada porque en el “todes” está incluido "todo el mundo».

Y, en este punto, es primordial hablar del misgendering, un concepto referente al lenguaje incluyente, que es usualmente empleado por personas con experiencia de vida trans. Se trata de un anglicismo cuya traducción literal significa: «equivocarse de género».

De acuerdo con el proyecto «Lenguaje inclusivo, Genero y Diversidad» de la Universidad de Costa Rica, se hace misgendering cuando al hablar de o con una persona, se le asigna un género de forma incorrecta. Es decir, se utilizan pronombres incorrectos o terminaciones con connotación de género incorrectas. Se hace misgendering, se afirma en el portal, al tratar como binario a una persona no binaria o al tratar de «él» a una mujer trans o de «ella» a un hombre trans.

Sin lugar a duda, a pesar de que el misgendering, en algunos casos se puede convertir en un asunto coloquial de desconocimiento, describe precisamente una situación que es parte de eso que podríamos llamar «dispositivos de control», basados en el acoso, la sorna y la burla hacia las minorías sexogenéricas.

¿Acaso no hay misgendering cuando a un hombre gay, sus compañeros o familiares le feminizan tratándole de «ella», en privado o en público?

Parece ser que el misgendering, al menos en este lado del Atlántico Sur, en los otrora territorios coloniales españoles, tiene alguna cercanía con el sistema moderno/ colonial de género, que instituyó la «colonialidad de género»; una propuesta en la cual se modela la sociedad colonizada, según la división social europeizada del colonizador. Está basada en las diferencias biológicas y en la imposición de la heterosexualidad, a través de las cuales las mujeres se convierten en elementos centrales de la subordinación y por las que el patriarcado es ley y norma de vida.

Ahora bien, el ejercicio «políticamente correcto» del intensivo uso del neopronombre de la tercera persona del plural «todes», empleado en reemplazo del «todos y todas» puede que sea una nueva forma de discriminación hacia las mujeres, convirtiéndose, irónicamente, en una innovadora forma de misgendering.

¿No es misgendering cuando a una mujer, indistintamente su orientación sexual o identidad de género se le invisibiliza en público, cuando se le niega nombrarla por su oficio o título profesional o se le mete a la fuerza en el pronombre neutro elle, cuando no lo es o no lo solicita?

Es posible que el uso del llamado «lenguaje no sexista/inclusivo/de genero neutro» liderado por personas no binarias, algunas de ellas gais o heterosexuales, bien podría empezar a jugar a favor de la continuidad de la subordinación de la mujer latinoamericana, cuando de manera consiente e informada, se evita el uso del pronombre femenino en entornos públicos y privados, subordinando nuevamente a la mujer a una generalización «necesaria», invisibilizándola, de nuevo, bajo la bandera de la universalidad.

Tengamos presente que en el país del Sagrado Corazón se mata a la mujer por sospecha.

En 2023, se reportaron 630 feminicidios y justamente el Día de la Madre se asesinaron a 3 mujeres, una de ella, Erika Portela, madre de un menor de edad. Tal vez, si empezáramos a usar todas las personas o todas las ciudadanas, sembremos la semilla de la solidaridad y la empatía hacia la mujer colombiana, tan subordinada y odiada, tan manoseada y asesinada. Y por esa misma vía le sigamos abriendo la puerta a las minorías sexogenéricas; eso sí, no heteropatriarcales, ya que suficiente tenemos con los heteromachitos opresores.

Comparte:

Artículos relacionados