La lucha de las mujeres no es un derivado de la paternidad

Es deplorable, irresponsable y absolutamente irrespetuoso que un hombre nos invalide como mujeres sugiriendo que todo viene de los traumas con nuestros padres.

La lucha de las mujeres no es un derivado de la paternidad

Columnista:

Manuela Hoyos Buriticá 

 

Será siempre una decisión difícil dar o no importancia, dar o no dar poder a aquel que por voluntad decide quedar en medio de todos como el imbécil que sabe poco y habla mucho, como el hombre que en su afán de atención, necesita de forma vital y obsesiva, poner su pensamiento limitado al servicio de los y las demás, sobre todo, cuando carece de un círculo social crítico que ha venido alimentando pensamientos que no solo no aportan en nada a la realidad, sino que terminan por socavar violencias simbólicas y directas en una ciudad y en un país, en el que precisamente, la opinión violenta es un arma.

Que la libertad de pensamiento no se confunda jamás con la libertad de la violencia y que la democratización del uso de las redes sociales no se confunda jamás con la democratización de la ignorancia y la desinformación.

A él y a los demás hombres blancos privilegiados y fóbicos que vienen disfrutando de la burla y la ridiculización de las luchas de las mujeres, y que llevan tiempo decidiendo quedar en medio de todos como los humoristas y los comentaristas impopulares que reparten odio disfrazado de opinión, les dedicamos esta funa con cerebro.

Hay varios puntos que quiero tocar, el primero es que la lucha de las mujeres se hace (y debe hacerse) cada vez más radical para el infortunio de aquellos que esperan una lucha light, floja y abarcable, precisamente, por la existencia aún en demasía, de sujetos que como Héctor Barajas —en pleno 2023— están dedicando neuronas a invalidarla, como si se tratara de un fenómeno menor a una década o como si de hecho no estuvieran enfrente de una lucha histórica y absolutamente necesaria; no quiero caer en el cliché de apelar a la comprensión que da la lectura, el estudio, la curiosidad de saber, de investigar, de ir profundo en las cosas para así, formar con rigor la opinión pública, pero sí, seré brevemente cliché acudiendo a la vieja confiable de que el entendimiento sí es necesario, incluso en la vaguedad de la opinión pública en espacios de libre expresión, incluso allí, incluso en la superficialidad de unas historias repetitivas en Instagram es necesario conocer, algo, pero conocer.

La invalidación de las luchas, las muchas luchas, de los muchos feminismos, es sintomatología de odio y fobia, los mismos que reviven y hacen necesaria la lucha, es precisamente contra esos odios y esas fobias disfrazadas siempre de normalidad, humor y pretensión, que luchamos.

Por otra parte, suena increíble que a estas alturas de la vida alguien en serio piense que las marchas y las luchas de las mujeres están gastadas, no sé en qué burbuja del sur de Medellín apartado de la calle y de la vida misma se tenga que estar, para pensar que hoy no hay razones actualizadas históricamente para que las mujeres sigamos enojadas, para que todos los días y, en particular ese día de cada año, salgamos a tomarnos las calles para recordarle al mundo que sí, hemos logrado mucho, pero que seguimos siendo mujeres abusadas, acosadas, violentadas simbólica y psicológicamente, asesinadas por maridos, amantes, gringos, tombos, psicópatas y, por qué no, burladas por machitos afanosos de sus egos y sus vergas cuando les sonamos demasiado poderosas, demasiado incendiarias, cuando les cuestionamos el privilegio y cuando no nos mostramos dóciles y calladitas.

Es bien humillante que además de no saber escribir, use palabras tan torpes y tan desactualizadas como «feminazi» o «machorras» que en vez de hacer sentir atacadas a sus focos de violencia, lo que hacen es dejarlo a él como un hombre que no logró superar los chistes de 11°b y que no se lee un buen libro hace rato. Y si a eso le sumamos el uso burlón y agresivo del lenguaje inclusivo y el definirse como «mujer» (que además termina por ser una falta de respeto a las luchas serias de construcción de género) ambos con el tono satírico más barato y más detestable que pudo siquiera considerar, el resultado final es un retrato humillado de un ser profundamente afectado, diminuto y obsesivo que parece no estar teniendo unos muy buenos días. Algo anda muy mal en casa.

El problema de ese retrato del hombre resentido y hostil que se ha expuesto innecesariamente es mucho más profundo que las discusiones sobre el feminismo histórico, su misoginia excesiva, su aporofobia, su homofobia y su transfobia, porque evocan también la importancia que tiene el uso responsable y consciente de las redes sociales, de la palabra, la falta de pensamiento crítico de los entornos que lo rodean al haber normalizado tanta violencia acumulada y la puesta en escena pública de los traumas que lo albergan.

Para su infortunio, lo que parece solo una campaña obsesiva de odio contra las mujeres, las trans, las machorras, el feminismo y las luchas, e incluso la misma heterosexualidad, termina revelando en cambio, una propia humillación pública y una prueba clara de lo nocivo que puede ser no tramitar correctamente las emociones y no contar con suficiente capital simbólico para pararse frente a una perspectiva con el respeto y la serenidad necesaria, porque ser impopular y ampliar los debates requiere tramitar el odio, las consecuencias de no dar la talla son esas, la humillación, el desprestigio, la cancelación y el disfraz imborrable del papel de pendejo, que no se quita, porque nadie olvida.

Perdón, no quise acabar tan rápido con él, me falta más.

Es deplorable, irresponsable y absolutamente irrespetuoso que un hombre nos invalide como mujeres sugiriendo que todo viene de los traumas con nuestros padres, esos tres calificativos que usé habrán de estar en mayúscula y resaltados, atreverse a tanto en su afán de invalidar, es por mucho lo peor de toda la situación. Empecemos por su limitada perspectiva de los problemas que las mujeres tenemos que enfrentar a diario que poco o nada tienen que ver con si nuestros padres fueron buenos o no, solo un completo imbécil irresponsable y con cero conocimiento de procesos humanos pensaría que la lucha de las mujeres es un derivado de la paternidad, así, en su afán de poner su opinión equivocada sobre los ojos de los demás, asume que el feminismo entero, se reduce en algo que, a su pesar, a lo mejor es un problema genérico y cultural, la mitad de Colombia no tiene padre y no es allí donde nace el feminismo y, si naciera ahí, habría entonces que preguntarse cuánta culpa tienen los malos padres del siempre resurgir de una lucha contra ellos, tarea que les queda a los hombres, no a las mujeres. Los malos padres son también los culpables de los malos hombres, el odio a las mujeres es también un lastre y una herencia de los malos padres, que habrá que procesar y que sanar, a lo mejor, invitar al sujeto a una marcha feminista le servirá para sanar a ese padre que no logró enseñarle a él tampoco.

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Autor: Manuela Hoyos Buriticá

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